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Tener la razón vs. Ser feliz


Estábamos todos dentro de mi nuevo auto.

Las chicas iban atrás y nosotros íbamos adelante.

Yo estaba manejando...

En un momento de silencio, mi amigo de al lado propone poner algo de música y me pregunta si puede conectar su móvil al reproductor de mi carro.

Acepté encantado; pues "él es DJ y tiene experiencia en poner buen ambiente musical", me dije.

Mi amigo conectó su móvil y lo siguiente que escucharon mis oidos fue una mezcla de sonidos que me parecieron es-pan-to-sos.

Creyendo que se trataba de una broma –o de un error de selección–, giré mi cabeza hacia donde estaba el causante de ese revuelo. Cruzamos miradas y, si lo puedo resumir bien, mi expresión fue similar a la que tuve la primera vez que probé el limón.

La de él, todo lo contrario...

Mi amigo en cuestión tenía la cara iluminada de felicidad.

Para mi gran sorpresa, no se trataba de esa cara de risa que viene luego de haber hecho alguna una maldad; ni se trataba de una broma. Se trataba de una verdadera expresión de felicidad. Duró justo hasta que observó mi desagradable reacción...

Mi reacción me hizo comprender que no tenemos los mismos gustos musicales. (Tenemos cosas en común, pero esa no. Afortunadamente :). No tenemos los mismos gustos, ni tenemos las mismas aficiones; pero igual nos la llevamos bien.

Nos respetamos y nos aceptamos.

Ambos podemos coexistir tranquilamente.

¿Por qué?

Porque lo comprendo sin juzgarlo. No quiero que él sea como yo, ni yo quiero ser como él. No quiero que él piense como pienso yo, ni yo quiero pensar como piensa él.

No decido perder mi tiempo ni mis energías intentando cambiarlo, porque lo mejor que puedo hacer es aceptarlo.

Él no es mi cliente, ni tiene el perfil para serlo. Con él no hablo de coaching, ni de crecimiento personal. Él conmigo no habla de su afición por los deportes acuáticos, ni del tipo de música que pone en las fiestas; pero igual somos amigos. Sabemos buscar el valor agregado de nuestra relación, en otros lados.

Esto me hace pensar en dos cosas:


Yo sé que cuando la música que sale de mi reproductor no me gusta, es porque hay algo que estoy malinterpretando.

Aunque sea muchísimo más fácil cambiar de estación y/o fingir que todo está bien, sé que la vida se encargará de enviarme el mismo viejo y horrible sonido más adelante, hasta que aprenda la lección.

¿Tú qué piensas? ¿Te ha pasado? ¿Qué haces cuando te descubres juzgando a alguien? ¿Lo quieres cambiar? ¡Escríbeme en los comentarios!

Por tu magia,

Randy

P.D. ¿La clave para aceptar(te) sin juzgar(te)? Descúbrela en esta conferencia.

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Para compartirla con otros inmigrantes, envíales este enlace: www.randycoaching.net/inmigrantes


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