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Qué hacer cuando nos sentimos solos y confundidos



Estaba allí, en el metro. Con el inminente calor del verano de París y la cantidad de personas dentro del vagón, necesitaba buscar algo a mi alrededor que redirigiera mi atención y me conectara al instante presente.

A unos cuantos metros, entre la variedad de personas, las sonrisas alegres y las miradas perdidas, encontré a alguien cuyos ojos lucían tristes y apuntando hacia el suelo.

Era un señor mayor, con apariencia de mendigo, visiblemente cansado de mendigar. Sus ojos tristes pronto se llenaron de brillo por un instante, justo al momento de ver el sándwich que comenzó a sostener con sus manos.

Tomaba su pan con absoluta firmeza, tal vez con miedo de que se le fuera a escapar. Comenzó a disfrutar lentamente de cada bocado, como si fuera el último. De pronto, fue como si él y su sándwich hubieran dejado de ser dos para convertirse en uno. Ese miedo de que su comida se escapara se convirtió en amor, en ese amor protector que viene de haber encontrado compañía.

Para ese entonces, una de mis actividades era explorar las posibles causas sociales con las que podría contribuir en nombre de mi marca. Esas causas sociales que serían de mi agrado y que fuesen la razón por la cual mi empresa existe, más allá de mi beneficio propio y del de mis clientes.

Al acabar su sándwich, sus ojos se volvieron nuevamente tristes; esta vez para sacar un periódico y comenzar a leer. "Sabe leer", me dije.

"¿Cómo habrá llegado este señor hasta este punto?", me pregunté. Tal vez fue un niño que sufrió de críticas por parte de sus padres, y de burlas de los demás niños. Tal vez, mientras fue creciendo, se fue sintiendo aislado, separado, juzgado, solo... diferente. Tal como nos sucede a todos, fue creyendo en esas voces que lo llevaron hasta el lugar en donde está.

Viajando sin rumbo en el metro ––quizás en un intento de ver gente y sentirse acompañado––, la carga de su pasado se veía reflejada en su presente. Su verdadera compañía no era la que le daban las personas, sino la que le ofrecía su sándwich.

Me recordó esos tiempos en donde me sentía solo, diferente, perdido, confundido... y en donde creía que estaba haciendo algo malo, que había algo malo en mí (en mi libro La magia me trajo hasta aquí escribí lo que hice para salir de allí).

Lo aceptemos o no, los seres humanos somos un compendio de todas las personalidades del mundo; las que nos gustan y las que no nos gustan. Lo veamos o no, tenemos gran parecido con las personas que nos conmueven y afectan emocionalmente. Nos parecemos a Mamá y a Papá, pero también tenemos las cualidades de nuestros enemigos y agresores, de las personalidades de la farándula, de los terroristas, de las prostitutas que juzgamos, de esos dirigentes políticos que tanto nos disgustan, de los mendigos, y más.

Hoy, sé que yo soy todas las personalidades del mundo; especialmente, esas que me impactan.

"Este señor soy yo", me dije. Aunque no con la misma ropa, ni en las mismas condiciones, fui como él en algún momento. Puedo volverlo a ser en cualquier otro momento.

Este señor es una de las causas sociales por las cuales hago mi trabajo. Todos somos él. Todos podemos sentirnos vacíos, aislados, separados, diferentes... y, precisamente allí, hacer algo al respecto.

No quisiera ver a más personas sintiéndose solas en el mundo, ni tristes, ni inadecuadas, ni incapaces; al menos no con falta de voluntad para trascenderlo.Quiero ver a las personas sintiéndose felices, poderosas y capaces, porque a esto me dedico y sé que funciona; porque es allí en donde gozamos de nuestra mejor expresión.

Al final, al bajarme del vagón le ofrecí la manzana que llevaba conmigo. Con el silencio de sus ojos azules, sorprendido, me dio las gracias. Lo miré en silencio también, haciéndole saber que lo entiendo, lo acompaño, y que estoy con él.

Desde aquí pienso en ese señor y en todas las personas que están sintiéndose solas y creyendo que hay algo malo en ellas. Perdidas, confundidas, con miedos... quisiera poder decirles que esa es la frontera que antecede nuestros cambios, que vale la pena detenernos a sentir y a intervenir.

solos y confundidos — por @RandyCoaching

Sé muy bien lo que se siente. Si es tu caso, quiero decirte:

  • Busca compañía en el lugar correcto.

  • Actúa constructivamente cuando sientas el vacío, porque tu vacío es la llamada del cambio.

  • Siente compasión por tus lados oscuros y diferentes.

  • Acompáñate y déjate acompañar en tu proceso.

  • Come despacio y saborea cada bocado. ¡No te comas tu ansiedad!

  • Lo único malo que hay en ti es creer que hay algo malo en ti.

  • Te entiendo, te acompaño, estoy contigo.

  • ¡Sí puedes!

Tal vez lo único malo de nosotros es creer que tenemos algo malo en nosotros.

Conoce más sobre mí y mi trabajo aquí.

Por tu magia,

Randy


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