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Compararse con los demás



Si eres como yo, de seguro muchas veces te has descubierto cayendo en el círculo vicioso de compararte con otros.

De acuerdo con la teoría de las comparaciones, hacemos esto con el propósito de evaluarnos a nosotros mismos; poniendo, evidentemente, en juego el valor que nos otorgamos y por ende lo auténticos que podemos llegar ser.

El hecho de compararnos con otros crea inestabilidad dentro de nosotros.

Si bien en algún momento sientes que al compararte con alguien estás por encima de él, en cualquier otro momento este juego se voltea y se pone totalmente en contra de ti. Porque si te comparas creyendo que es para salir ganando, también te estás comparando con lo que en algún momento te hace salir perdiendo. Eso seguro.


Este juego hace que pierdas tu tiempo, tu energía, tu valor y tu autenticidad. Este juego te tira y te deja de último, ocupando un puesto que no te aporta nada positivo: el puesto de perdedor.

Y es precisamente cuando te sientes perdedor que todas las dudas que tienes sobre ti comienzan a invadirte. Es precisamente cuando tienes dudas sobre ti, que decaen tus ánimos y retrocedes en el propósito de entregarte a ti y al mundo lo mejor de ti.

Si todos tenemos 86.400 segundos al día, no es justo que los utilicemos para compararnos con los demás. Porque, ¿sabes algo?, cuando nos comparamos con los demás dejamos a un lado nuestra vida para vivir la vida de ellos; y ese no es un propósito saludable.

Lo que somos hoy es un resultado de los pensamientos y decisiones que tuvimos ayer. Siempre estamos en ese proceso de decidir y crear; y si tenemos la opción de decidir y crear, entonces no la malgastemos en la tortura de compararnos con nadie.

Nadie es igual a nadie y por eso no hay nadie en el mundo igual a ti. No tengas miedo de ser tú mismo, porque la verdad es que en un mundo donde todos se empeñan en hacernos como el resto, el solo hecho de ser tú mismo ya es un gran privilegio. Créeme.

Espero entonces que desde ahora, la próxima vez que te descubras comparándote con otros, te detengas por un momento a pensar que tú eres un ganador. Eres ganador porque eres único y porque no te comparas con nadie; pero sobre todo, eres ganador porque dejaste de vivir la vida de otros para tener el mejor rol de todos: el rol de vivir tu propia vida.

Y si no es suficiente, la próxima vez que te descubras comparándote gira tu mirada hacia donde estén tus manos. Gira la mirada hacia tus manos y visualiza entre ellas un volante. Un volante que tenga la forma, tamaño y color que desees; pero que eso no sea lo que lo haga relevante. Quiero que tu volante tenga algo a lo que puedas acudir siempre, algo importante: tu nueva forma de vida. Esa nueva vida que solo sucede hacia adelante.


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